(Tito Villarroel. Opinión AGRECOL Andes. 30/09/2022).- “La vegetación llama a la lluvia…lamentablemente aquí nuestra vegetación es cada vez más escasa y cada año llueve menos, por lo que no tenemos agua”, dice doña Juana de Pasorapa. “Mucho talamos los árboles o chaqueamos…con eso hacemos escapar las lluvias”, reflexiona don Julián de Totora. Hoy más que nunca es innegable la relación estrecha, recíproca y simbiótica entre los árboles y el medio ambiente, especialmente el agua. Un sitio o zona abundante en árboles y vegetación, favorece a la captación de agua de la lluvia, filtrándolo a través de sus hojas, su tronco y sus raíces hacia el suelo y el subsuelo, donde es almacenado y distribuido por percolación hacia diferentes fuentes de agua.
Por otro lado, los árboles producen oxígeno, purifican el aire, forman suelos fértiles, evitan erosión, sirven como refugios para la fauna, reducen la temperatura del medioambiente y proporcionan alimentos, entre otras funciones físicas y ambientales.
Aquí la importancia de la reforestación y de la regeneración de la vegetación natural para, por ejemplo, devolver a los ecosistemas su capacidad de recarga hídrica, es decir, de “fabricar agua” a partir de la lluvia, de purificar el aire (pulmones naturales), recuperar la biodiversidad e, inclusive, mejorar la belleza escénica. Plantar árboles y/o permitir la regeneración de la vegetación natural de un determinado ecosistema, es devolverle la vida.
Si bien los arboles extraen agua del suelo para utilizarla en sus funciones vitales, también expulsan una gran parte a través de la traspiración y la evaporación hacia la atmósfera donde se enfría y se condensa para luego precipitarse en forma de gotas de agua líquida aportando, de manera significativa, a completar el ciclo hidrológico. Estudios han demostrado que más del 90% del agua que toma un árbol es liberada a través del proceso de transpiración generando humedad en el ambiente y lluvia (un árbol puede liberar hasta 604,8 lts de agua/día).
En este contexto, la disponibilidad de agua en los valles y alturas de nuestro departamento y país, ahora y en el futuro, depende de frenar y evitar la deforestación especialmente de zonas ubicadas en las cabeceras de cuencas y más bien reta a plantar y/o promover la regeneración de árboles, especialmente de especies nativas como una estrategia económica y sostenible para incrementar la disponibilidad de agua y de otros recursos naturales.
Solo por citar un ejemplo, según Naciones Unidas, mientras en América Latina la disponibilidad de agua por habitante en los últimos 20 años ha disminuido en un 22%, en el mundo el stress hídrico o inseguridad hídrica afecta a más de 2 mil millones de personas y se proyecta que esta cifra puede ser el doble para el año 2050.
En el Día Internacional del Árbol en nuestro país, desde la Fundación AGRECOL Andes llamamos a la sociedad civil, técnicos, investigadores, instituciones y decisores de políticas, a aunar esfuerzos para restaurar, recuperar y proteger los bosques y la vegetación de las cabeceras de nuestras cuencas por su importante y trascendental función ambiental de recarga hídrica, captura de CO2, biodiversidad, ya que estos son elementos esenciales para la mitigación y adaptación a los efectos del cambio climático.