Por Tito Villarroel. Fundación AGRECOL ANDES. 22/03/2022
El agua es el recurso natural más valioso que existe en la tierra. El agua es vida afirman las familias de comunidades rurales de nuestro país. Sin agua prácticamente no existiría vida en el planeta.
Hasta no hace mucho, se consideraba que el agua era un recurso inagotable por tanto se hacía y aun se hace un uso irresponsable e irracional de elemento. La realidad es otra, pues ha sido ampliamente demostrado que es un recurso natural agotable, cada vez más escaso tanto en términos de cantidad como de calidad. Uno de los datos más interesantes es que mientras el 70% de la Tierra está constituido por agua, el 70% del cuerpo humano también es agua. Sin embargo, apenas el 2,5% es agua dulce, es decir consumible y el restante 97.5% es agua salada distribuida en océanos y mares y no es consumible. De ese apenas 2,5% para consumo, solamente el 31% está disponible en forma líquida y en tanto que el 69% se encuentra en los polos y en las cumbres de las montañas más altas en un estado sólido es decir de difícil acceso.
En los últimos años, en nuestro país, al igual que en otros países del mundo, la escasez de agua, agravada por los efectos del cambio climático, está incrementando los riesgos de inseguridad productiva y alimentaria, a la vez que está provocando conflictos sociales entre diferentes usuarios que dejaron saldos lamentables, basta citar ejemplos como la Taquiña y la laguna Angostura de data reciente en el departamento de Cochabamba.
Lo lamentable es que esta problemática de la escasez es y continúa siendo abordada, simplemente desde el derecho humano al acceso y uso o, en su caso, desde la construcción de más y más infraestructura, como si por arte de magia el agua apareciera o se hiciera disponible a solo exigencia de derechos o cuando se cuente con más infraestructura.
Es hora de asumir que la paulatina disminución de disponibilidad de agua tiene su origen en las áreas de recarga hídrica, en aquellos sitios ubicados, generalmente, en las partes altas de las cuencas, que, por sus características biofísicas y de ubicación, tienen la función de captar, infiltrar, almacenar y distribuir el agua que proviene de la lluvia para luego alimentar las diferentes fuentes de agua: vertientes, lagunas, bofedales, etc., desde donde se hace disponible ya sea para el consumo humano, el riego e inclusive la industria.
Actualmente, estos sitios importantes y estratégicos, debido a diferentes motivos, están en proceso de deterioro, deforestación, erosión y perturbación, con diferentes grados de contaminación, expuestos a constantes incendios, que impiden o al menos disminuyen sus capacidades de cumplir la función ambiental de recarga hídrica, lo que se traduce en una paulatina dimisión de los volúmenes de agua disponible.
Desde la Fundación AGRECOL Andes, hoy 22 de marzo, que se conmemora el Día Mundial del Agua, llamamos a la sociedad civil (usuarios del agua), a los centros de educación y formación y a autoridades decisoras de políticas públicas a aunar esfuerzos para implementar acciones y políticas para el cuidado y uso responsable del agua, pero no como un elemento puro y aislado, sino como parte del medio ambiente y los ecosistemas saludables, creando las condiciones biofísicas y ambientales óptimas para que los sitios o áreas de recarga, no solo recuperen esa capacidad de recarga hídrica, si no que la incrementen.
Es hora de implementar, de manera conjunta y mancomunada, acciones sociales (movilización social), acciones practicas (restauración biofísica) y acciones legales (políticas/normativas públicas) para la identificación, restauración, conservación y el manejo sostenible de estas “fabricas naturales” de agua, asociados a un compromiso ineludible y urgente para el uso razonable y responsable.
Cuidando nuestras áreas de recarga hídrica, nuestras fuentes de agua asociadas y haciendo y promoviendo un uso responsable del agua, contribuiremos a la creación de las condiciones óptimas para una mejor y mayor disponibilidad de agua en el mediano y largo plazo para beneficio nuestro y de las generaciones que están por venir.
No solo se debe exigir el derecho al agua, sino también cumplir la obligación de crear las condiciones para que exista de forma sostenible. ¡Manos a la obra!